El rey del castillo...
Era de noche en el condado. Arriba de la colina más alta se veía un viejo castillo con la luz iluminada en su torre más alta. Dentro de la torre se encontraba sentado un hombre con los cabellos largos y grises. Su cabeza, demacrada como todo su cuerpo, portaba una corona completamente oxidada. El tiempo le había arrebatado dos o tres rubíes y el amarillo del oro garabateaba por la corrosión provocada de la suciedad y el tiempo. La capa, deshilachada ya, tocaba el piso y revoloteaba por el viento que se colaba por la ventana. El anciano estaba sentado escribiendo en un libro grande. Cada tanto lo soplaba para sacarle el polvo. Escribía con una pluma rota y gastada. "De joven, era un diplomático con puño de hierro. Mi mirada tan sólo servía para que mis contrincantes temblaran de miedo. Mi porte y mi fuerza servían para que mi espada conquiste todo el reino en tan sólo una década. En el campo de batalla bastaba con verme al frente en mi reluciente armadura y mi bravo corcel par...