El carnicero de Plainfield...

κακοτυχία


En un posteo anterior había mostrado la historia en general de Andrei Chikatilo, uno de los asesinos más famosos de la extinta Unión Soviética. Siguiendo esa linea hoy les traigo a Ed Gein, el carnicero de Plainfield.




Nació el 27 de agosto de 1906, hijo de madre austera y fanática religiosa que despreciaba a su débil y borracho marido. Cuando ambos discutían, que solían hacerlo con frecuencia, el hombre se emborrachaba y pegaba a sus dos hijos.
Desde el primer momento, la vida de Ed estuvo completamente dominada por su madre, quien se había prometido a sí misma que su hijo no sería nunca como esos hombres lascivos, ateos y alcoholizados que veía a su alrededor. Seguía una disciplina muy dura castigando a sus hijos, e incapaz de darles el consuelo y el amor de una madre.
Gein no tubo contacto con otros niños, pues todo el mundo suponía ante los ojos de esa madre una amenaza para la pureza moral de su hijo. Así durante treinta y nueve años hasta que la mujer moría víctima de un ataque al corazón, dejando tras ella un hombre dependiente, reprimido y sólo, en un mundo que apenas comprendía.
En la tarde del 8 de diciembre de 1954, un granjero de Plainfield, en Wisconsin, entró en "la taberna de los Hogan" a echar un trago en esa fría tarde de invierno cuando descubre con espanto un gran reguero de sangre que cubría las tablas de madera del suelo. La propietaria Mary Hogan, había desaparecido.
El sheriff observó que no había señales de lucha aparentes y que la caja registradora seguía llena, pero determinó que la mujer había sido asesinada y que su cuerpo había sido arrastrado hasta un coche que esperaba fuera. Los informes forenses tan sólo confirmaron las conclusiones a las que había llegado el sheriff y no arrojaron ninguna luz sobre el caso. La desaparición de Mary era un misterio. Aproximadamente un mes después de este suceso, el propietario del aserradero de Wisconsin comentaba el caso con un hombre pequeño y tímido que vivía en una granja de madera a pocos kilómetros de allí. Su nombre era Ed Gein.
Gein vivía solo desde la muerte de su madre en 1945 y se ganaba la vida haciendo toda clase de trabajos a los vecinos de Plainfield. Fue su habilidad en este tipo de trabajos, por la que este hombre de complexión débil, mediana edad, pelo rubio y ojos azules empezó a ser conocido entre las gentes del lugar como una persona trabajadora, cumplidora, fiable pero excéntrica.
El propietario del aserradero no se llevaba muy bien con Gein. Encontraba extremadamente difícil hablar con él por que a veces éste comenzaba a reír con nerviosismo sin motivos como un desequilibrado, o por sus comentarios inoportunos que dejaban a la otra persona sin saber que decir.
En esta ocasión, el hombre recordó que Gein solía sentarse solo en un rincón de la taberna mirando fijamente a la dueña del local absorto en sus pensamientos con una jarra de cerveza, y supuso que estaba enamorado de la mujer. Le sugirió bromeando, que si le hubiese hablado a Mary con claridad de sus sentimientos, probablemente en ese momento estaría en su granja cocinando y esperando a que volviera en lugar de haber desaparecido presumiblemente asesinada. Gein, con un extraño gesto puso los ojos en blanco y le respondió con una de sus conocidas sonrisas: "No está desaparecida. Ahora mismo está en la granja". El hombre se encogió de hombros y no le tomó en serio, después de todo, era el tipo de comentario que se esperaba de él. La mañana del sábado 16 de noviembre de 1957, Ed Gein asesinaba a la dueña de la ferretería del pueblo, Bernice Worden, disparándole una bala con su viejo rifle de caza del calibre 22. También en esta ocasión se llevó el cadáver en la furgoneta, dejando el suelo del local encharcado de sangre. Pero esta vez, habría un testigo... el libro de contabilidad. En su última anotación, figuraba el nombre de Ed Gein, a quién habría vendido su último anticongelante. Dos oficiales de la policía arrestaron a Gein, mientras otros dos se dirigían inmediatamente hacia su granja con la intención de llevar a cabo un registro. Al pasar dentro, el sheriff sintió como algo le rozaba el hombro, y al volverse se topó con un cuerpo decapitado de mujer con un profundo agujero en el estómago que colgaba del techo.
Después de recuperarse del shock por el horror que habían presenciado, y tras pedir ayuda por radio, los dos hombres volvieron a la casa.
El cadáver colgaba de un gancho por el tobillo y con un alambre le habían sujetado el otro pie a una polea. Habían rajado el cuerpo desde el pecho hasta la base del abdomen, y las tripas brillaban como si las hubiesen lavado y limpiado.
No había duda que el causante de ese terrorífico espectáculo era una persona enferma. Era difícil de creer que un ser humano pudiera vivir allí. Por todas partes se veían montañas de basura y desperdicios, cajas de cartón, latas vacías, herramientas oxidadas, excrementos, revistas pornográficas, de terror y de anatomía humana, chicles pegados en las tazas y una dentadura sobre el mantel de la mesa. Más tarde, en cuanto llegaron más patrullas, se descubrió en el interior de la casa todo el horror que allí escondía. Había varios cráneos esparcidos por la cocina, unos intactos y otros partidos por la mitad y empleados como cuencos.
Una inspección más detenida reveló que una de las sillas de la cocina estaba hecha con piel humana, como las pantallas de las lámparas, las papeleras, las fundas de los cuchillos e incluso alguna prenda de vestir, como un chaleco o un cinturón formado con pezones humanos.
Entre los más atroces descubrimientos, se encontraron unas cajas con los restos humanos pertenecientes a diferentes cuerpos sin identificar, el corazón y la cabeza amputada de Bernice Worden en una bolsa de plástico, una colección de nueve máscaras de piel humana con el pelo intacto, de las cuales, cuatro colgaban en la pared que rodeaba la cama de Gein, etc. Gein declaró que tan sólo recordaba, muy confusamente, haber matado a Bernice Worden, y que los demás restos humanos que se habían hallado en la granja pertenecían a nueve cadáveres que había sacado del cementerio. Explicó que en los últimos años sentía de vez en cuando la necesidad de profanar tumbas, y que en algunas ocasiones incluso conocía a las víctimas en vida y se enteraba de sus muertes leyendo los periódicos. Luego, en la noche del entierro, se dirigía al cementerio, sacaba el cadáver y rellenaba de nuevo la tumba (eso lo pudo comprobar la policía más tarde, cuando al exhumar las tumbas, algunas de las que Gein había dicho, se encontraban vacías).
Muchos de los objetos domésticos y muebles que se descubrieron a raíz del arresto de Gein, procedían de las profanaciones de tumbas. Unas veces arrastraba cadáveres enteros hasta su casa, otras cortaba las partes más interesantes y se las llevaba como recuerdo. Los médicos del hospital Central del Estado deciden que el asesino no está capacitado para ir a un juicio y es internado hasta los años 68, cuando después de un juicio que duraría una semana, se le declara culpable de dos asesinatos, pero al aducirse su locura, es de nuevo internado.
El caso de Ed Gein es, desde un punto de vista médico, uno de los más complejos de la criminología. Voyerismo, fetichismo, travestismo y puede que necrofilia, integraban su personalidad.
Sin embargo, a medida que se iba conociendo su verdadera historia se hizo evidente que esas perversiones eran meras manifestaciones de una psicosis profunda, un trastorno mental que tenía sus raíces en la relación anormal que tenía con la madre.
Cuando los psiquiatras comenzaron a considerar las posibles razones de su comportamiento patológico, supusieron que se trataba de un caso de "Complejo de Edipo", que Gein estaba enamorado de su madre y que a raíz de su muerte se obsesionó en buscar a alguien que la sustituyera, pues se encontraron extraordinario parecido entre sus víctimas y su madre. De niño, buscaba el amor de su madre de manera obsesiva, que le era negado una y otra vez, fue así como en su mente se desarrolló una nueva personalidad, un Ed que odiaba a la mujer.
Gein murió por insuficiencia respiratoria el 26 de julio de 1984, tras décadas de reclusión en una unidad psiquiátrica, donde resultó ser un paciente modelo. En la actualidad, sus restos descansan en el cementerio de Plainfield, al lado de los de su madre."

Extraído de escalofrío.com

Ante este tipo de historias no puedo evitar preguntarme como una persona puede llegar a generar este tipo de patología. Luego leo sus vidas y logro comprender. El ser humano es totalmente dependiente a su contexto social y si este está enfermo seguramente la psiquis del individuo también lo estará. No quiero repetirme con lo que expuse en el posteo anterior de Chikatilo pero siempre la sensación de horror es primero, la de reflexión y entendimiento viene después Se puede ver la necesidad del asesino, producto de las experiencias exteriores. ¿Son justificables sus actos? De ninguna manera, pero al menos debemos comprender. Seguramente van a seguir naciendo y, por sobre todo, se van a seguir moldeando personas con este tipo de trastornos mentales pero me parece grato recordar a veces lo mal que estamos como especie para que pasen estas cosas, permiten que reflexionemos profundamente. Este tipo de temas generan un debate muy extenso, por eso me interesaría que expresen su postura. Como todos sabemos, es mucho más enriquecedor para el sitio.

Hasta la próxima!

Comentarios

  1. Estimado!!
    Esta historia, que no es horrorosa, es si se quiere catalogarla: cruenta pero, maravillosa.
    Es luctuoso ser testigos (aunque sea meramente a traves de la la lectura) de historias de este tipo.
    Pero cuanto pueden enseñarnos estas cosas.
    Las emociones, que son el elixir mas comun que poseemos naturalmente, son afectas al poder de la dualidad humana. Porque todo en el ser humano es dual, dicotomico.
    Las emociones son herramientas en la vida. Las emociones no son patologicas en si mismas, pero si las conductas, los motivos que tenemos para usarlas. Asi se me ocurre que si bien podemos clavar un clavo en una madera con una tenaza, la mejor herramienta seria un martillo.
    Pero no hay escuelas (en el sentido estricto de la palabra "escuela") donde se nos enseñen a usar las emociones.
    Tampoco los convencionalismos alcanzan para entenderlas. Y las palabras son muy vagas para explicarlas.
    Esta historia es analoga, comparable, con la de Adolf Hitler, quien tambien provenia de una familia por demas patologizante.
    Por eso, a tono con mi ultimo posteo, la experiencia es un inmenso banco, un ancla, un lastre. La experiencia anclada a las emociones son profundamente complejas, y a veces, peligrosas.
    Hasta aqui por hoy. Espero su devolucion.

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  2. Estimado Cariati:
    Has planteado el problema pero intento ir más allá y preguntarme ¿Hay al algún tipo de "cura" para este tipo de comportamiento? Yo creo que no, incluso en la naturaleza hay especies que matan a los suyos, de hecho para la "viuda negra" es perfectamente coincidente con su naturaleza comerse al macho luego de la reproducción.
    En la naturaleza misma vemos este tipo de comportamientos. Planteamos a la conducta del asesino serial como un desorden, un desequilibrio pero dentro de la mente de esta persona, utilizar piel humana y confeccionarse prendas con ella, es lo "normal". Cuando esto es considerado por alguién como coincidente con su naturaleza no hay cura alguna para él, solo queda reprimirlo para que no haga más daño a otros.
    Imaginemos que el día de mañana se nos dice que es patólogico tomar agua porque daña al medio ambiente. Nosotros, que tenemos la necesidad de tomar agua, haremos seguramente caso omiso a esa regla porque tomar agua es nuestra necesidad. En los casos de los asesinos en serie es parecido, solo que la necesidad atenta con la vida de otros.

    El ser humano es así de complicado...

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