Hipias...

αρετή

Era una tarde iluminada por Helios cuando Aristos, el filósofo mas sabio de Atenas, se disponía a salir de su casa. Se apresuraba para dirgirse al Ágora donde lo aguardaban sus alumnos, esta vez para reflexionar sobre la infinidad del universo.
El hombre, robusto, de anchos hombros y barba larga comenzaba su caminata cuando un bribón se abalanzó sobre su humanidad:

"Dame tus sandalias y tu túnica" exigió el maleante. Aristos, que era un hombre con cara austera y mirada severa replicó: "No tengo motivos para darte mis pertenencias, salvo que opines lo contrario".

El ladrón lo miró desconcertado, no comprendía el motivo de tal respuesta. El filósofo al ver que su atacante se replegaba volvió a insistir con una mirada fija y torva: "Si puedes darme al menos dos razones incuestionables te daré mis pertenencias sin resistirme".

Llamativamente el maleante aceptó tales condiciones y ambos, como discípulo y maestro, comenzaron a argumentar en el portal de la casa del sabio Aristos:

_Aristos: Antes de empezar necesitaría saber tu nombre. Es recomendable para el diálogo.
_Maleante: Mi nombre es Hipias, o al menos el que me han dado mis padres.
_Aristos: Muy bien Hipias, he prometido que si logras darme dos razones inmutables te cederé mis pertenencias sin resistencia alguna. Escucho tus argumentos.
_Hipias: Mis argumentos son simples, sabio Aristos. Necesito tus pertenencias porque soy más infeliz y desdichado que cualquier hombre.
_Aristos: ¿Eso es un argumento joven maleante? ¿Me estás diciendo que porque la vida es injusta contigo, mereces tomar lo que no es tuyo?
_Hipias: Esas no fueron mis palabras Aristos, estás sacando de contexto mi argumento. Lo que intento decir es que un ser desdichado, abrumado por el infortunio está mas necesitado y es justo para él saciar dicha necesidad.
_Aristos: Ah ahora entiendo bien Hipias, tuviste una vida abrumadora y triste y eso te ha dado necesidad de tomar otras cosas para satisfacer tu carencia. Sin embargo, hay algo en tu argumento que sigue fuera de su cauce normal. Tú mismo la has dicho, la palabra necesidad.
_Hipias: Que ocurre con dicha palabra.
_Aristos: Lo siguiente. Cuando hablas de necesidad lo haces como un fin y no como lo que verdaderamente es, una sensación faltante por alguna carencia de algo. Utilizas mucho en tu vocabulario la necesidad pero no me hablas de tu necesidad en sí.
_Hipias: Es que los hombres solemos hacer eso. Ahora bien, profundizaré en esto. Mi necesidad de robar, en este caso tus pertenencias, es para satisfacer mis necesidades básicas.
_Aristos: ¿Cuáles son?
_Hipias: Mmm, comer, vestirme, dormir.
_Aristos: Analicemos palabra por palabra, ¿Estás de acuerdo?
_Hipias: Sin reproches de mi parte.
_Aristos: Comencemos por lo primero: Comer. Dices que necesitas mis pertenencias para comer, sin embargo mis sandalias y mi túnica no son comestibles. ¿No crees que esto es un tanto confuso?
_Hipias: Sabio de tu parte Aristos, sin embargo sigues tendiéndome tretas para fastidiarme. Tus pertenencias no son el fin en sí mismo de mi necesidad, sino el medio. Tú sabes bien que tus sandalias o tu túnica valen unas cuantas monedas de oro en el mercado y con estas puedo saciar mi hambre por días o inclusive semanas.
_Aristos: Lo reconozco. Por otra parte, no pretendo fastidiarte sino que logres tu cometido. Ahora bien que me dices con la segunda palabra: Vestir.
_Hipias: Lo mismo que la primera, puedo utilizar tu túnica o comprarme una con las monedas que me daría el mercado.
_Aristos: Ajá, saciarías tu segunda necesidad entonces.
_Hipias: Sin dudas.
_Aristos: ¿Que ocurre con la tercera?.
_Hipias: Aquí Aristos sé lo que me vas a decir, que no necesito tus pertenencias para dormir, sin embargo te equivocas.
_Aristos: Sin duda pero, ¿que responderías si te diera ese argumento?
_Hipias: Que para dormir, o dormir bien mejor dicho, se necesita tranquilidad y las monedas me darían tranquilidad, al menos por un momento.
_Aristos: Exacto.
_Hipias: ¿Que ocurre?
_Aristos: Diste en el blanco.
_Hipias: ¿con qué?
_Aristos: Con la frase "por un momento". Verás, todo lo que me has nombrado y todos tus argumentos van dirigidos a lo material. La materialidad, entre otras cosas se caracteriza por ser efímera y al ser efímera agota sus recursos rápidamente. Si me quitas las sandalias y mi túnica por un tiempo estarás bien, sin embargo, con el correr del tiempo necesitarás volver a robar para conseguir más monedas. Esto es similar a lo que debe afrontar Sísifo. Es consciente de su ciclo y sin embargo no puede cambiarlo. ¿Consideras que te pareces a Sísifo?
_Hipias: Como tu lo planteas, sí. Sin embargo hay una salvedad. Sísifo lo hace por designio divino, yo lo hago por pura elección.
_Aristos: ¿Así lo consideras?
_Hipias: Sin dudas.
_Aristos: ¿Puedo ofrecerte una pregunta?
_Hipias: La acepto con impaciencia.
_Aristos: Si eres consciente de tal circulo vicioso, ¿por qué no lo modificas?
_Hipias: Porque está en mi esencia.
_Aristos: ¿Como es eso?
_Hipias: Robo porque me place.
_Aristos: Has agregado mas confusión a tus argumentos. ¿Primero me dices que necesitas de mis pertenencias para satisfacer tus necesidades y ahora me dices que lo haces por simple gusto?
_Hipias: No por simple gusto, en realidad sí, solo que mi esencia es lo que me condena. Por lo tanto no lo hago por gusto, o lo hago, pero sometido por mi esencia.
_Aristos: ¿Entonces no puedes elegir?_Hipias: No, no puedo.
_Aristos: Sísifo tampoco, pero es consciente de que todos los días debe cumplir una tarea absurda. Reitero la pregunta, ¿Consideras que te pareces en algo a él?
_Hipias: Sí. Ahora en este momento se me ha revelado que sí. Soy consciente de mi esencia y dicha esencia no me deja elegir, por lo tanto, estoy realizando una tarea absurda que no me lleva a ninguna parte.
_Aristos: Buen razonamiento Hipias, sin embargo, ¿No crees que de alguna manera al ser consciente del absurdo hace que tomes una decisión al respecto? ¿Aunque sea seguir igual?
_Hipias: En ese caso sí.
_Aristos: Y si te diera a elegir, entre tomar mis cosas o irte a tu casa plácidamente, ¿que elegirías?
_Hipias: Elegiría tus cosas.
_Aristos: Tómalas entonces, no obtendrás resistencia de mi parte.

Y entonces, Aristos y Hipias se despidieron cordialmente. Hipias tomó las pertenencias del filósofo y se fue con la sensación de que había conseguido algo más que dos sandalias y una túnica.

Comentarios

  1. jaja Buenísimo! Sobre todo el desenlace final! La naturaleza del ladron sigue intacta en estos tiempos.

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