Subway...

निर्वाण

Modus operandi:

Buenos días. Si estás leyendo esto es probablemente porque te interesa lo que tengo para mostrar al mundo y en parte todos tenemos esa capacidad. Mostrar al mundo lo que somos, lo que podemos dar. Y de esto se trata este relato, de lo inevitable de la comunicación humana, de la cantidad de señales que emitimos, de las máscaras, del complejo juego social.

Para que ustedes entiendan como yo concibo al mundo voy a hacer una comparación. Veo a la interacción social como un gran teatro, una actuación, por cierto sublime, de todos nosotros. Cada interacción, la forma en que nos mostramos, como interactuamos son parte de un enredo que nace de nuestra psiquis y que genera un sinfín de dilemas que no muchos se atreven a analizar.

Desde que somos pequeños hemos aprendido a como hablar con otras personas. Nos han forjado para que entendamos la forma correcta de dirigirnos hacia el otro. ¿Que cosas se deben hacer? ¿Debo decirle esto? ¿Debo preguntarle esto otro? Nuestra mente se transforma en una máquina capaz de procesar patrones de comportamiento.

A medida que el ser humano va creciendo, comprende que no se mueve en un sólo entorno. Sino que debe interactuar con distintos grupos que no necesariamente son homogéneos, al menos no en la superficie. Los "códigos" de grupo es lo que nos obliga a cambiar de cara, dependiendo de quién nos rodea. ¿Soy el mismo con mi familia que con mis amigos del barrio o mis colegas del trabajo? Sencillamente no, con la familia podemos compartir "códigos" que para otro grupo del entorno social resultan inadmisibles y así con todos los grupos. Debemos mutar, transformarnos para cuadrar bien en los distintos contextos sociales.

Y es así como el ser humano complejiza sus relaciones, o mejor dicho, las construye...

Viaje de ida

Dispongo a tomar el subterráneo. Logro encontrar un lugar para sentarme. Los viajes a veces pueden ser relajantes. Veo un sinfín de gente a mi alrededor que no conozco. No tengo idea de siquiera un solo nombre. No los conozco y misteriosamente debo compartir media hora con estas personas. Los medios de transporte suelen representar la transición en la vida del hombre, no estamos ahí por el lugar en sí, sino para llegar a otro lugar. Es ahí donde se baja la guardia. En este mundo parece ser que las máscaras se cuelgan por un momento.
Llamativamente el vagón es un racimo de desconocidos, nadie habla con nadie y sin embargo el juego de miradas es inquietante. Todos intentan encontrar un lugar adonde mirar. Los veo como en espera, saben que no pueden realizar una acción y por eso soy invitado a obvservarlos. Noto que la gente en el subte no se encuentra a la defensiva hasta el momento en que le hablan, ahí la cosa cambia. Por eso se registran peleas. El simple estímulo nos saca de este estado.Volviendo a eso es como si en ese momento estamos inmersos en nosotros mismos, como si no hubiera interacción en el entorno. Puedo percibir sus almas. Puedo notar si están preocupados, tristes, alegres, inquietos o serenos. Y todo esto gracias al acabado aparato comunicacional paralingüístico. A través de la mirada, la manera en que mueven su cabeza, la posición de sus manos o como apoyan sus cuerpos uno puede notar hasta la personalidad de las personas. A veces imagino sus nombres, sus vidas o adonde se dirigen. Si son felices, que expectativas tienen y lo que mas me llama la atención, si se hacen las mismas preguntas que yo....

¿Cabe la posibilidad de que mientras yo obvservo y me pregunto, también sea objeto de análisis?

Eso sin dudas es un misterio. Verán. en el acto social humano es errado intentar meterse en la cabeza de alguien. Imaginen que vaya y le pregunte a algún pasajero sobre que está pensando. Me miraría como si estuviera loco y probablemente se pondría incómodo. No nos gusta que se metan en nuestra cabeza. La mente humana es el único lugar sagrado. Nadie puede entrar salvo nosotros. Pueden deducir lo que pensamos pero la confirmación de nuestros pensamientos la damos únicamente nosotros. Es nuestra privacidad mental la última arma contra la locura. Imagínense que alguien pudiera leer nuestras mentes. Todo el teatro social se iría al demonio, y así también nuestra compleja interacción social.

Continuo obvservándolos, mi viaje de subte se termina. El tiempo se paso volando. Encaro hacia las puertas y dejo a una señora pasar. La gran mayoría ya salio de los vagones, se disponen a subir las escaleras. Me detengo y miro atrás. El subte ya tienen nuevos viajeros, y con ellos una muestra más de que el gran teatro social tiene receso, aunque sea por unos minutos.

Mira, contempla, pregunta, indaga, abstraete, imagina. Los misterios del universo esperan afuera para ser encontrados. Los misterios de tu yo interno esperan ser encontrados, solo tienes que poner la lupa en las minúsculas cosas de la vida, pues es en el detalle donde el verdadero humano sale a la luz...

FIN


Comentarios

  1. Si Prometeo es correcto lo que decís sobre el cambio que tiene la persona de un entorno al otro, Lacan decía que el yo es el perchero de los disfraces y esto se debe justamente a todos los cambios que las personas hacemos para interactuar con las distintas personas de el entorno de uno y lo mas loco de todo es que ninguna de esas personas de los distintos grupos sociales a los que uno pertenece logra conocer al verdadero ser que esta debajo del disfraz, porque muchas veces uno mismo no termina de conocerse del todo en algunos casos es porque el personaje esta demasiado presente y en otros por el simple hecho de que la estructura social hace que uno mismo sin quererlo reprima muchas cosas que siente porque sabe que socialmente no son aceptadas y por lo tanto uno muchas veces no se conoce bien a si mismo. Me gusto mucho lo que escribiste.

    Un abrazo amigo.

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