Trotamundos: Madrid...

La llegada al aeropuerto de Barajas se desarrolló sin ningún imprevisto. El avión aterrizó y el clima, frío comparado con la veraniega Buenos Aires, no fue tan duro. A pesar de que ya era de noche, me puse un abrigo y la cuestión estaba controlada.
La cosa empezó a complicarse en migraciones. A los que estén por viajar les comento mi experiencia. Me pidieron absolutamente todo (carta de invitación, a qué me dedicaba, hasta qué día me quedaba, con cuanto dinero contaba, etc.) en contraposición a lo que se me había comentado previo al viaje.
Cómo tenía todo en regla, más allá de algún nervio pasajero, finalmente pasé y me encontré con mi novia que me esperaba (afortunadamente para ella, posee ciudadanía española). Fue muy "groso" escuchar gente hablando en otro idioma o con el acento particular del lugar.
A pocos metros de la salida de Barajas para el colectivo que nos lleva a la pensión donde nos hospedamos. El pasaje costó 2 euros.
En la parada nos encontramos con un argentino que viajó en el mismo vuelo que nosotros. Por una cuestión de sentimiento de pertenencia nos acoplamos mutuamente. Mientras mirábamos cómo era la autopista madrileña, Martín nos contaba los pormenores de su viaje y otros temas como lugar de procedencia, trabajo y motivos para emprender tamaña travesía.
Íbamos a lugares cercanos y nos bajamos en la mista estación , Atocha. A diferencia del sistema porteño, las paradas de los colectivos se dividen en estaciones similar al subte.
Una vez que llegamos a Atocha, nos dimos cuenta de algo fundamental, estábamos perdidos.
Mientras mirábamos el mapa, nos llamó la atención una maratón que se desarrollaba en una de las avenidas. La columna de maratonistas se extendía hasta donde llegaba nuestra vista.
Madrid, o por lo menos por donde caminamos nosotros, se asemeja mucho a la zona de Libertador y Palermo pero con edificios y arreglos mucho más monumentales. Avenidas anchas, parques y fuentes (esto no se ve mucho en Palermo) ornamentales Igualmente es justo decir que no pudimos observar en detalle ya que el afán de llegar a destino nublaba cualquier intento de profundizar cualquier subjetividad (Mañana de ser posible ampliaré un poco más).
Después de preguntar a varios policías y dos o tres madrileños que se acercaron amablemente a ayudarnos, logramos encontrar la pensión. Se caminó mucho pero el sentimiento de descubrir lugares nunca visitados ahogaba cualquier sensación de cansancio. Paramos en la pensión y la persona que la atiende, una señora de unos 60 años aproximadamente muy amable por cierto, le indicó a Martín por donde debía ir para llegar al Hostel que había reservado. La habitación es muy confortable y posee Wi-Fi, lo que posibilita que esté escribiendo ésta crónica.
Nos preparamos ahora para ir a festejar el fin de año a todo trapo. Nuestro nuevo compañero de viaje pasa a buscarnos a las 10 hs.

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