Trotamundos: Granada...

Nuestros andares por Andalucía estaban llegando a su fin. El dinero ya empezaba a escasear y el pensamiento constante del regreso se hacía cada vez más fuerte. Nos decantamos por conocer la bella ciudad de Granada y su afamada Alhambra. Los padres de Lucía habían visitados los imponentes muros de tal obra maestra  y decidimos que sería una buena forma de dar nuestros últimos pasos por el sur de España.
Nos levantamos bien temprano y el servicio meteorológico anunciaba ráfagas de 300 kms. por hora. El aviso del clima llegó en el momento en que la ropa golpeaba para todos lados y el gran soplido del viento silbaba como las sirenas en los interiores del mar. Luego de entrar las prendas y desayunar, nos envalentonamos y salimos.
Eran los primeros rayos de sol de la mañana y ni una sola alma osaba caminar a esas horas por las calles de Marbella. Ramas de árboles y otros escombros se alborotaban desordenados por la calle y la acera. El viento golpeaba con una fuerza tal que varias veces tuvimos que frenar la marcha ya que nos impedía caminar libremente. Cuando éste mermó un poco, aligeramos el paso y logramos llegar a la estación de buses.
De esta debo decir que era bastante modesta comparadas a las estaciones de trenes y aviones que visitamos en lugares anteriores. Nuestro bus, muy cómodo y equipado por cierto, llegó y nos subimos a él. Hernán nos había comentado que el servicio estaba subvencionado porque daba pérdida. Imaginamos que no mucha gente viajaría con nosotros. Al igual que en el caso del tren de Venecia-París, mencionado previamente en el  Trotamundos, estábamos muy equivocados. A medida que el carro paraba en diferentes estaciones mucha gente subía y ocupaba los asientos. Todo el trayecto demoró unas 2 horas treinta aproximadamente.
Llegamos a la estación de Granada y mi novia se dispuso a conseguir coordenadas. Teníamos unas 6 hs. para recorrer la ciudad hasta que el bus de vuelta nos llevara de nuevo a Marbella.
Gente que hacía tours en bicicletas nos obsequió un mapa y empezamos a caminar. El frío granadino se metía entre los dedos de los huesos y entumecía las orejas, a pesar de los guantes y el abrigo que llevábamos. Tras las indicaciones de una señora, caminamos en dirección al mirador de San Nicolás en el barrio de El Albaicin. Nos sugirió que vayamos en autobús pero para disfrutar aún más el recorrido decidimos ir caminando. Luego entendimos el motivo de la recomendación, el camino era cuesta arriba y costaba un gran esfuerzo avanzar.
Después de subir media hora aproximadamente llegamos al mirador San Nicolás. Muchas personas se encontraban allí contemplando la vista que por cierto era impresionante. Además de la ciudad y sus techos blancos, la Alhambra se imponía por su monumentalidad y belleza. Estábamos detenidos viendo cómo llegar y dos mujeres muy amables al indicarles donde nos dirigíamos se ofrecieron a acompañarnos hasta la bajada. Descendimos por una calle zigzagueante hasta que llegamos al paseo lateral que nos conducía a la entrada principal. Nos despedimos de las mujeres y nos perdimos en el camino.
La cuesta de los Chinos, se encuentra entre el Generalife y la Alhambra alta. Es un camino con mucho verde y un pequeño arroyo que corre en paralelo a este. A pesar del frío, el paisaje se mostraba con una vegetación colorida y llena de vida.
Era cercano al mediodía y unos visitantes que ya se retiraban nos regalaron las entradas pero al llegar nos dimos cuenta que de aceptar tamaña generosidad no podríamos ingresar a lugares como el Patio de los Leones y los jardines del Generalife entre otros. Optamos por pagar la entrada e ingresamos. Nunca imaginé lo inmenso que el lugar podía ser. Nos encaminamos hacia el Patio de los Leones pero antes ingresamos al palacio de Carlos V. Hoy funciona como museo y consta de un patio central circular rodeado de columnas en dos pisos, . A pesar de no hospedar a emperadores y reyes, el edificio conserva el esplendor de la grandeza que supo ver siglos atrás.
Salimos y esperamos para ingresar al Palacio de los Leones. Entramos, una serie de pasillos y recamaras con arquitectura al estilo árabe servían de recorrido hasta llegar al Patio de los Arrayanes. Una pileta rectangular al aire libre, que ocupaba casi todo el largo del patio servía de centro, mientras que distintas entradas a los costados comunicaban el resto del palacio con este. La pileta, adornada por una fuente a la cabeza, parecía un espejo para el cielo que se reflejaba en el agua.
Continuamos por un pasillo y algunas habitaciones tenían ventanales que daban al horizonte. Era increíble pensar que los monarcas nazaríes contemplaban el mismo paisaje, cientos de años atrás. Caminamos por varias recamaras hasta llegar al afamado Patio de los Leones. Si bien se encontraba en refacción, se percibía una extrema belleza y esplendor gracias su gran cantidad de columnas y sus fuentes con los famosos leones.
Salimos del Palacio y luego decidimos dirigirnos a los jardines del Generalife. Por lo que escuchamos estos jardines, que se encuentran en el extremo noroeste de la Alhambra, servían de recreo para los monarcas por su singular simpleza. Ambos patios, tanto el de las Acequias como de los Cipreses, denotan una singular belleza por su gran cantidad de verde, sus fuentes y sus edificaciones sencillas.
Una vez que terminamos de recorrer todo el lugar, nos encaminamos a la Alcazaba, donde se destacan el patio de Armas y la Torre de la Vela. Para ingresar a esta última tuvimos que recorrer una escalera muy estrecha en donde era difícil que dos personas bajasen y subiesen al mismo tiempo. La vista desde allí es la más hermosa de todo el lugar.
Era ya la hora de retornar. Aunque lamentablemente nos quedaron varios rincones pendientes, decidimos volver a la estación de buses.
Salimos en bajada por la Cuesta de Gomérez y después de caminar unos 10 minutos llegamos al centro de la ciudad, muy moderno por cierto. Caminamos por el centro, contemplamos la Capilla Real de Granada y nos quedamos un rato en la Plaza Nueva contemplando un festival con bailes típicos. Luego comenzamos a caminar por la calle Gran Vía de Colón. Caminábamos y Observábamos sus hermosos edificios hasta que encontramos la parada del autobús urbano que nos llevaría de vuelta a la terminal. Lo curioso es que en la misma, un cartel iluminaba el tiempo de arribo del próximo autobús. Llegó en el tiempo señalado y en unos 20 minutos nos dejó en la puerta de la estación.

Andalucía llegaba a su fin. Los paisajes de esta tierra son un fiel reflejo del pasado conquistado, del sincretismo cultural, de una huella que se resignifica en otra cosa. Nos quedaba por delante Asturias pero como dice el refrán, heredado de la cultura española, "ya se avecinaban los moros en la costa". Preferimos no pensar en el regreso a Buenos Aires y disfrutar de nuestra última semana en tierras europeas.

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