El tirano

Golpea la mesa ofuscado. De inmediato entran los guardias y se llevan al bufón. El número 24 desde que el tirano llegó al poder. Verá, ser bufón no paga en este reino. Un chiste de más, una mueca mal articulada y ¡Zas! se acabó la función para siempre. Altura imponente, mirada férrea y mandíbula de acero. Hay ciertos hombres que parecen haber nacido con la carencia de vacilar. La mayoría de los mortales sentimos una rigidez en el estómago ante algún conflicto o situación desagradable. Él no. Su estómago parece una fortaleza amurallada, impenetrable, inclusive hasta para cualquier atisbo de conciencia remanente de su alma.
Ya en sus aposentos, el tirano se despoja de esa imagen férrea para caerse casi desplomado en un lecho que por la caída simula ser un lecho de muerte. El tirano muere todos los días. Detrás de cada golpe, cada grito y cada orden dura, una pizca de humanidad desaparece lentamente. Como los granos de un reloj de arena, que se escurren hacia la parte inferior, lentam pero constante. En todo déspota hay un niño bueno, amable, cálido. El niño sólo quiere dejarse llevar, contemplar las estrellas, nadar en el arroyo. Pero el adulto, producto de su hambre y avaricia empieza a encerrar al niño en una jaula. Lo tortura lentamente. Primero le saca la lengua para que no hable, los ojos para que no mire pero cruelmente le deja los oídos para que escuche desde lo profundo del interior. Y así como el niño, el interior se desgarra, debilitando a todo el ser.
Los primeros claros de la mañana golpean el rostro del tirano. Ese hombre debilucho, rendido, se incorpora nuevamente en su recamara. Junto con sus ropas retoma vigorosidad, casi como si las prendas estuvieran poseídas, depositando estas en ese ser toda su severidad implacable.
Los soldados lo escoltan hasta el salón principal. La música y la danza iluminan el lugar de manera tímida, como si no quisieran llamar la atención. El nuevo bufón le muestra al público 4 pelotas. Comienza a realizar su gracia hasta que, producto de un pequeño desliz, deja caer una de las pelotas al suelo. El tirano golpea fuertemente la mesa impregnando nuevamente un silencio ensordecedor en toda la sala. Entran los guardias, toman al bufón y se lo llevan. Es el número 25 si no cuento mal desde que el tirano llegó al poder...

Comentarios

  1. Creo que no es casual que mate bufones. Es todo un símbolo de matar su capacidad reír, para convertirse en algo que toma todo en serio, que ningún absurdo impuesto es ridiculo, sino digno de ser impuesto.
    En esos casos, hay algo humano que se va matando.
    Bien planteado.

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  2. Demiurgo, buen aporte. Veo mucha gente muriendo por dentro todos los días. Si supieran que tienen el don de resucitar.
    Espero que estos meses la inspiración toque mi puerta para seguir alimentando el espacio.
    Saludos

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  3. Puedo hacer muchas comparaciones con hechos de la vida real, y en diferentes escalas de la sociedad (una oficina, un país...) pero prefiero dejarlo ahí.
    Buen relato matadon!

    Abrazo

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