Trotamundos: Río de Janeiro - Día 2

Nos levantamos y desayunamos en el departamento. Salimos hacía la Av. Princesa Isabel que hoy se encontraba mucho más activa luego del feriado de pascuas.
Estábamos relativamente cerca del Pan de Azúcar, lugar turístico al que nos dirigíamos así que decidimos tomar un colectivo para estar allí cuanto antes. Tomamos el colectivo de la línea 3 que nos dejaba en Botafogo. El conductor nos explicaba que no iba directamente hacia Urbe, barrio en el que se encuentra el acceso al Pan, pero que nos dejaba en la Av. Portugal y sólo teníamos que caminar unas cuadras en dirección Este para llegar. Y así lo hicimos, nos despedimos del conductor, por cierto muy amable, y caminamos por la Av. Portugal. El barrio, lleno de casas bajas, edificios militares y el Museo de Ciencias de la Tierra, se encontraba lleno de gente que corría o caminaba bajo el sol plácidamente.
Llegamos al Pan de Azúcar. Cerca de la entrada al lugar también se encuentra la Playa Vermelha, angosta, pero no por cierto menos bella que las demás. La vista de la playa, el mar y el Pan de Azúcar sumado al sol radiante que invadía el día daban una atmósfera muy positiva. Para ingresar al Pan uno debe pagar la entrada de 80 reales que incluye la recorrida en teleférico a los dos morros, Urca y el ya nombrado, más alto que el primero y que ofrece una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad. A pesar de ser abril se encontraba bastante concurrido. A pesar de la gran cantidad de gente, la cola avanzó muy rápido. En un lapso de 40 minutos abonamos la entrada y subimos a uno de los teleféricos. Estos, muy modernos por cierto, iban y venían constantemente para no demorar el acceso a los morros. Todo está tan bien organizado y con herramientas de seguridad que solo queda disfrutar la vista y el paseo en la subida en teleférico.El mar azul y las diferentes playas de Copacabana ofrecían un espectáculo digno de apreciar. Hasta el Cristo se veía disminuido con tal espectáculo que desde esa distancia parecía un muñeco de adorno en comparación con el tamaño del paisaje.
Llegamos al primer morro. En él, varias tiendas de comida y ropa ofrecían recreo antes de subir al punto más alto. Nosotros antes de hacerlo comimos un Salgadho de Jamón y Queso. Luego de sacar unas fotos y apreciar las vistas continuamos el recorrido.
El segundo viaje en teleférico tardó aproximadamente unos 3 minutos. Si la vista en el primer morro era buena, esta sin dudas era sobresaliente. Además de los paisajes y otras tiendas más, la gente se agolpaba en un mural equipado con lapiceras en donde uno podía dejar un mensaje o su nombre. Millones de firmas, frases le daban al mural una impronta pintoresca. Nos sacamos algunas fotos y volvimos a bajar. Ya nuevamente en Urco decidimos seguir recorriendo el barrio, rodear el pan y seguir en dirección hacia el Bar de Urco, un lugar muy alabado por los cariocas locales. Para llegar al bar uno debe continuar hacia al Este por la Av. Portugal y desfilar por una costanera de aproximadamente 1.5 km. Este barrio tenía un aire mucho más popular que Copacabana. En la costanera podían apreciarse los barcos pesqueros y niños que se metían entre las rocas jugando, pescando o solamente pasando el rato. Otra cosa que se podía apreciar es la poca cantidad de negocios de la zona. Todo se notaba mucho más residencial y tranquilo. Antes de llegar, pasamos por la Playa de Urca y un par de bodegones estaban alborotados de gente tomando cerveza y almorzando.
Ya metros antes de llegar al bar se podían apreciar una gran cantidad de personas conversando, comiendo y bebiendo a lo largo de la costanera . El tamaño de este era minúsculo pero debidamente atendido. La gente se atestaba frente al mostrador e iba realizando pedidos por orden de llegada. Nosotros pedimos una porción de pescado frito con salsa tártara y una cerveza. A diferencia de lo que ocurre en el resto de Rio de Janeiro que se encuentra plagada de turistas, este lugar sólo parece ser concurrido por los cariocas. La atención personalizada de los empleados del bar le daban cierta impronta popular y con notada personalidad. Ese espacio permanecía fiel en el imaginario popular del brasilero local.
Comimos y bebimos y luego nos dirigimos en colectivo hacia Ipanema. Bajamos hacia la playa que se encontraba con bastante gente pero no era algo intolerable. Nos depositamos allí. Los vendedores ambulantes pasaban una y otra vez ofreciendo sus variados servicios. El mar estaba bastante tumultuoso con olas que superaban los 2 metros (Lo supe por experiencia propia ya que varias de ellas me hicieron tambalear por varios minutos). En esta época del año Río oscurece alrededor de las 5 y media. Decidimos dejar la playa y recorrer el barrio para luego terminar en Leblón, ambos separados únicamente por el canal Jardim de Alah.
Tanto Ipanema como Leblón, se muestran más glamorosos que Copacabana. Tiendas exclusivas de ropa y restaurantes modernos le impregan al área un aire mucho más refinado y elegante que al resto de la ciudad. Lo curioso de todo esto es que a pocos kilómetros de Leblón se encuentran los barrios de Rocinha y Vidigal, dos de los lugares más carenciados de la ciudad. En el caso de Vidigal, al estar encima del Morro se la puede observar desde ambos balnearios. El morro de noche, iluminado por las casas de la favela marcan la exclusión que tienen las personas de allí en comparación con los barrios más exclusivos de la ciudad. En Río, ser rico o ser pobre está definido por 15 minutos en auto.
En este último tiempo, producto de mi compañera de viaje, me hice bastante aficionado al running. Como vivir Río de Janeiro es una ocasión especial se nos ocurrió correr unas cuadras por la costanera de Copa Cabana, Ipanema y Leblón, una distancia de aproximadamente unos 9 km, es decir, 1 hora de trote ligero.
Nos calzamos las zapatillas y producto del cansancio corrimos sólo 7. Nos quedamos a unas pocas cuadras de finalizar el trayecto de Leblón pero como ya era de noche decidimos volver hacia el apartamento. Antes de hacerlo pasamos por un supermercado para comprar algunas cosas pero, curiosamente, el mismo contaba con un entrepiso donde se servían pizzas. Como estábamos hambrientos y cansados decidimos comer allí. Pedimos unas pizzas que, a diferencia de las porteñas, estas suelen ser más finas y con menos queso.
Cenamos tranquilamente y emprendimos el retorno. Tomamos el metro (a estas alturas ya conocen mi afición por los subterráneos). El de Río se encuentra mucho más nuevo y moderno que del Sao Paulo y además, por ser semana santa, el boleto era gratis en algunas estaciones de nombres religiosos. En tan sólo 20 minutos estábamos nuevamente en Copacabana. Volvimos al apartamento. Cerramos los ojos con el corazón puesto en El corcovado y su Cristo Redentor.





Comentarios

  1. Qué grande! Se aprende de Trotamundos eh.
    Lo que más me gustó es eso de que en las estaciones de nombre religioso el boleto era gratis.
    Pienso en Medalla Milagrosa, pienso en Catedral, pero también pienso que se armaría quilombo con algunos que no van a querer garpar en Carlos Gardel o en Osvaldo Pugliese, por considerados dioses... con justa razón.

    Abrazo!!!

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    1. Jaja. Esa es la idea frodito. Con respecto a Gardel y Pugliese coincido pero te agregaria a Rodolfo Walsh y al amigo José Hernandez. Un abrazo!

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